Últimamente he tenido que
trabajar en un tema del cual regularmente no queremos hablar y es el de la
perdida de un ser querido, perdida que si adicionalmente implicaba el vivir
lejos nos lleva a vivenciar un sin sabor marcado por un sentimiento de pena, nostalgia
eterna y el temor, nunca expresado ya desde hacia tiempo, de estar ante la
posibilidad de no volver a ver nunca más a uno de nuestros seres más amados.
Una perdida es siempre dificil
de sobrellevar, no importa la edad o el sitio que esta persona ocupaba en
nuestro corazón, psicológicamente el hecho de aceptar emocional y racionalmente
la realidad irreversible de la partida de uno de los nuestros es siempre muy
dificil de asimilar, nos aflige y causa un dolor indescriptible especialmente
cuando nos vemos involucrados en la perdida de un ser querido de forma
intempestiva, logrando truncar sueños, proyectos y demás. El deceso de un
familiar o un amigo puede adicionalmente generar ira, retraimiento, desesperación
e incluso desesperanza ante un hecho que por más que deseemos no podremos
volver atrás.
De allí la importancia de
elaborar nuestras fantasias, emociones y sentimientos a través de la
comunicación, los rituales y las costumbres que adquirimos para tal efecto en
cada una de nuestras culturas desde que eramos solo unos niños, cuando se nos
enseñó desde el punto de vista simbólico a elaborar las situaciones cotidianas
de la vida en un intento por recuperar con el tiempo la estabilidad emocional.
Es importante entonces, reconocer
la necesidad de compartir nuestros sentimientos y pensamientos con otros,
llorar por el ser querido e intentar visualizar el nuevo futuro sin la persona
que ya no está. Recomiendo también, si eres tú quien vive lejos, tomarse un
tiempo para regresar al espacio original de convivencia con todo lo que significaba
el entorno familiar. Recuerda que el aislarse o intentar recobrar la vida
cotidiana de un momento al otro como si nada hubiese ocurrido no es la mejor
manera de aceptar la realidad, debemos aprender a decir adiós en concreto para lograr
así también un día recobrar nuestro bienestar.
Siempre es cierto que un duelo conlleva sentirse
decaído, culpable, sin aliento, con perdida del apetito, insomnio y falta de
motivación ante la vida en un primer momento pero hay que prestar atención
cuando las emociones se tornan ambivalentes, el sentimiento generalizado es de
soledad y se busca un aislamiento excesivo y recurrente o de igual forma si por
diferentes motivos nos hemos visto expuesto a la ocurrencia de duelos
repetitivos en periodos cortos de tiempo o se termina asumiendo una culpa
indirecta sobre el hecho o se tienen problemas de salud física o mental.
Estos últimas posibilidades pueden requerir el
acompañamiento de otros miembros de la familia o de un especialista que nos
permita con el tiempo ver todo de nuevo de una manera más clara y optimista
porque debemos ser conscientes de que aún quedan personas en nuestra cercanía
que esperan poder contar con nuestro apoyo, cariño, soporte y compañía por
mucho tiempo más.
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