Esta entrega habla de muchos
nuevos cambios que vienen en camino a partir del mes de junio, cambio de país, idioma,
cultura, territorio, gastronomía, sueños, proyectos e ilusiones. Durante estos
últimos 4 meses he estado alejada del blog y de mi trabajo clínico pero un poco
más cerca de la familia de origen de forma presencial, de mi esposo y de mis hijos.
El sistema local de acceso a
internet bloqueó las llamadas por medios como skype o whatsapp y facebook se
puso a la orden del día para debilitar mi estrategia de poder llegar a cada uno
de ustedes y en resumen eso me aisló de mi país de origen, mis pacientes, amigos y conocidos de una forma muy inusual, aún cuando tuve la fortuna de poder compartir un hermoso viaje al Sahara con mi hermana, hecho que ayudo a amortiguar esta incomunicación con el resto de la humanidad. Todo lo acaecido, a la vez me dio un poco
de tiempo también para reflexionar sobre los cambios que me depara el futuro.
Cuando escribí estas letras me encontraba en un ferry camino a Barcelona y llevaba ya 24 horas en él, divisando mar y más mar, pensando en los cientos de migrantes que a su vez están intentando llevar a cabo la misma ruta en busca de un futuro mejor y más seguro para ellos y sus familias, lo que me causó y me causa mucha nostalgia observar.
Cuando escribí estas letras me encontraba en un ferry camino a Barcelona y llevaba ya 24 horas en él, divisando mar y más mar, pensando en los cientos de migrantes que a su vez están intentando llevar a cabo la misma ruta en busca de un futuro mejor y más seguro para ellos y sus familias, lo que me causó y me causa mucha nostalgia observar.
Al momento de escribir estas
líneas estaba a un día de cumplir un año más de vida y hoy a un mes de regresar a
Europa luego de vivir cuatro largos años en África del norte en un país que me
dio la posibilidad de conocer otra cultura, otra religión, otras perspectivas
de vida y de hecho me enseño a valorar aún más el camino que nos hemos ido forjando las mujeres en otras latitudes también.
En un mes regreso a
"casa", a mi segundo hogar, ese que se haya incrustado en medio de
los Alpes, ese hermoso y diminuto país que huele a campo, a queso y a chocolate,
a gente humilde y sabia que suele presentarse como imparcial y abanderada de
tantas causas.
Yo sé que no será fácil, los
caminos se angostan, las leyes se ponen cada día más rígidas y aún los que ya llevábamos
allí varios años tenemos que entrar de nuevo a concursar para homologar títulos
profesionales o para entrar en el mercado laboral.
Mis hijos tendrán que adaptarse
a una nueva lengua, a una nueva cultura, tendrán que hacer nuevos amigos y si
yo veo su fortaleza puedo decirles a ustedes cuanto los admiro en estos
momentos de cambio que estamos por vivir.
Los admiro pues sé lo que
significa que el otro te observe con ojos de extrañeza, que incluso llegue a
pensar que tienes algún tipo de tara por no saber hablar su lengua o
comportarte como lo esperan los demás.. el camino será largo y duro al
principio pero lo repito, no nos podemos quejar, no nos encontramos al punto de
la balsa, la deportación o todas esas cosas tristes que son hoy en día, una
realidad.
Hoy veo en mis hijos y porque no
decirlo en mí misma tantos aprendizajes, tantos recuerdos, tantas aventuras que
se sumergieron entre el español, el alemán, el francés, el catolicismo, el
protestantismo y la religión musulmán; entre la costa caribeña, la cordillera
de los Andes, los Alpes Suizos y el alto Atlas y que a pesar de los momentos difíciles y
algunas noches de soledad se puede también ver o concluir que es mucho lo que
se pudo aprender, que hay muchas personas de buen corazón dispuestas a hacer de
este mundo un sitio mejor.
En uno aprendieron y aprendí el
respeto por la familia, en el otro por la naturaleza y la sociedad y de alguna manera
en el tercero aprendimos a valorar hasta nuestra propia religión.
Hoy se debe partir, dejar de
nuevo un camino construido lleno de alegrías y amistades, principalmente para mis
hijos y mi esposo porque a mí la vida me enseño desde pequeña que cada
cambio debe impedir que las relaciones desaparezcan, debe impedir que dejes de
ser, que tu autoestima se vea desquebrajada o que te sientas sin fuerza por un nuevo
comenzar.
Ser migrante significa tener la
capacidad de confiar en sí mismo, en los propios valores y herramientas con las
cuales se cuenta, es estar dispuesto a enfrentar nuevos retos, nueva gente, nuevos
pensamientos y eso es lo que nos lleva a crear, a ser proactivos,
independientes, fuertes, comprometidos y en resumen estar siempre un paso más
allá.
A punto de tomar mi equipaje de
nuevo en compañía de mi familia y agradeciendo a Dios y a este país todo lo bueno que de él y su gente pude conocer, me despido hasta la próxima oportunidad.